Abril
[Segunda
Semana] |
Sea
cual sea
la edad de los habitantes
de la primavera, se
sienten,
nos sentimos
jóvenes. Y como casi todo está renovándose, las
plantas, los
animales, los
veneros y hasta la agudeza de nuestras miradas,
comprendemos que abrirse en abril es una
de las mejores
actitudes.
Decíamos
del mes pasado que lo morado, lo malva y
lo violeta acaparaba los aires bajos.
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Este mes tiene una clara
tendencia al amarillo, al menos en los
espacios más representativos de una
península que tiene la suerte de ser muchos
mundos al mismo tiempo.
Del gualdear de la vegetación
son responsables algunas leguminosas
silvestres como retamas,
carquesias y varios de nuestros viejos
amigos, los
árboles
de la
familia de los Quercus, es decir, encinas,
quejigos y alcornoques. Cada inflorescencia
masculina de estos últimos es
como un racimo de oro, como el más elegante
pendiente en la oreja más hermosa.
Tumultuosas razzias que mil
zumbidos diferentes anuncian, si
bien mirado es otra caricia con que la
vida de lo verde obsequia a la vida
animal.
Tan incansables como inclasificables son las
variedades
de
abejas, avispas, abejorros, mariposas,
moscas, mosquitos,
escarabajos, que transitan la
floración abrileña |
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La competencia a tanto amarillo llega de la mano del
blanco: hay una monumental erección de flores de este
color
en los extremos de
gamones o asfódelos, cicutas de manantial,
espinos y majuelos; también de ciertos árboles
domesticados
como el
membrillo, el guindo de las montañas y algunos tréboles.
Linos, peonías
y malvas complican la gama cromática.
A tan vastos, bellos y además
gratuitos supermercados acude
en masa y en desorden la
interminable nación de los libadores,
polinívoros, nectarívoros, petalóvoros... Decenas de
insectos
veremos a menudo en cada mata.

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