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Diciembre
[Segunda
Semana]
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La espiral de los ciclos rítmicos de la
Naturaleza ha trazado
otro giro completo que repetirá con pequeñas
variaciones a lo largo de los próximos
siglos, como viene sucediendo desde
hace unos diez mil años. Podemos formar
parte del espectáculo
de la renovación permanente de la vida con
sólo contemplarla.
Podemos mirar ahora a lo alto y ver cómo
quieren ya
amarse los buitres negros y leonados. Al
nivel de nuestros pies
se abren las flores de los candiles, las
famosas aráceas; en las
praderas, las chirivitas, y las caléndulas,
en los bordes de los
caminos. Poco más o menos a la altura de los
ojos cuelga esa
estalactita amarilla que es la flor del
avellano. Se desentierra la
avispa inductora de agallas. Nacen sapos de
espuelas en las
marismas del Guadalquivir. El buho real
copula en las gélidas
noches. Pero si algo destroza
contundentemente la idea de final, en esta
última semana del año, es el tenaz desafío a
su
propia extinción que proclama el lince
ibérico llamando a su
posible consorte con un maullido: hoy la voz
de la esperanza
sigue proclamando que nada tiene tanto
sentido como dejar al
tiempo que siga creando vida.
A1 igual que en el mes pasado comentamos ese
factor
de los acontecimientos de la Naturaleza que
es la caza hoy considerada
convencional, ahora también podemos
encontrarnos con otra mortandad más
silenciosa, la que provocan
los cepos. Si bien ha disminuido
notablemente en los
últimos
años, está dirigida a los pequeños pájaros
insectívoros
que ahora acogen por decenas de millones
nuestros campos.
Es un sistema demasiado eficaz para que las
aves puedan
tener la más mínima oportunidad de soslayar
lo que sólo
interpretan como una presa fácil,
generalmente una hormiga de ala,
tras la que se esconde un mordisco de acero.
Bueno sería que realmente sólo fuéramos
hospitalarios con
nuestros huéspedes inveníales.
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Otra de las clásicas manifestaciones de este tiempo es
la
formación de dormideros comunales de algunas especies de
aves
que generalmente no son gregarias. Es el caso de algunas
rapaces
diurnas y nocturnas, como los milanos reales y los buhos
chicos.
Y, desde luego, ver de varias decenas a varios cientos
de
rapaces compartiendo hasta un solo árbol para pasar las
más largas noches del año resulta otra de las ofertas
de este tiempo. Bajo
algunas piedras, o en las cortezas de árboles, en
general en los
intersticios, podremos descubrir los dormitorios masivos
de arañas
opiliones, cochinillas de la humedad, mariquitas.
Incluso
cabe encontrar mariposas adultas hibernando, o sus
crisálidas.
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