Diciembre [Calendario de la Vida]

La  brevedad de los días parece quedar compensada por una atmósfera más nítida, más intensa. Otra delicia de estos cortos e intensos momentos es la viveza de los anocheceres. Cae el sol con un dilatado repertorio de hogueras. Cada año más coloreadas, aunque, contradicción incalculable, esa belleza creciente se debe al lamentable incremento de la contaminación atmosférica que añade polvo, partículas y hasta venenos para la vida al aire que todos  respiramos. Y al parecer, esas impurezas añaden color a los ocasos. Y, claro, cuesta aceptarlo.

Estas jornadas, por otra parte, tienen la piel de cristal. Sobre su fría lisura destacan más los escasos sonidos. Tampoco lleva olores el aire que nuestro torpe olfato pueda identificar. Aunque ya turones, linces, martas, gatos monteses y hasta zorros busquen esas invisibles moléculas olorosas que les guíen hasta las hembras de su propia especie.

Un sigiloso invernante: la chocha perdiz

Los camachuelos frecuentan nuestras arboledas


Esta y la otra gente cua
drúpeda se entrega a contrarios casi irreconciliables. Unos pocos se escamotean con la más sofisticada y al tiempo rentable de las técnicas —estrategias vitales— dentro del reino animal. Se aletargan. Al abrigo de cuevas y oqueda­des duermen, sin apenas respirar, con muy pocos latidos y, claro está, con un metabolismo casi frenado que les permite permanecer de cuatro a cinco meses sin alimentarse. A esto se dedican, además del oso, las marmotas, ambos lirones —careto y gris—, los erizos y la práctica totalidad de los murciélagos, con la salvedad de algunos que viven en las ciudades de la costa, siempre en primavera. Las musarañas y musgaños también se aletargan, pero por periodos mucho más cortos. En la dirección opuesta caminan algunos de nuestros clásicos faunísticos. Los lobos, en clan, rememoran con alguna matanza los tiempos del frío cuaternario, allá cuando se fijaron sus principales pautas de comportamiento. A veces cabe oír el intercambio de aullidos con los que estos cánidos, en plena noche de diciembre, se cuentan unos a otros su propia leyenda.

 

 

- Primera semana -

- Segunda semana -

- Tercera semana -

- Cuarta semana -
 

No deja de resultar llamativo que llegue ahora la Navidad, que celebra un crucial nacimiento, y que en la Naturaleza todos los tiempos sean navideños porque siempre está naciendo algo. Sin ir más lejos, uno de nuestros pájaros más coloristas, el piquituerto, está incubando en las copas de los pinos, incluso con nieve sobre su espalda, y cebará pollos antes de que termine el año. Ahí están ya calentándose los huevos del búho real. Se esconde en la hojarasca la chocha perdiz y los camachuelos comen yemas de árboles. Comienza el celo de algunos mamíferos y de las aves de mayor tamaño, como nuestros buitres. Los gigantes alados de la fauna ibérica, con planeos sincrónicos, bien de dos en dos, a veces en pequeños grupos, calientan el aire y la mirada. Es una escena con la más precisa coreografía de ballet que podamos imaginar. Pero diciembre marca su doble quehacer de término y partida con la presencia de algunas plantas que se atreven a fructificar generosamente, como los ruscos. espinos y, sobre todo, el acebo de nuestras montañas, que permite un aprovisionamiento de emergencia para las faunas sedentarias.