Enero
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En la nación de los cuadrúpedos hay otros
madrugadores. Sin ir más lejos, nuestros mismos
conejos son capaces de
aparearse e
incluso tener su primera carnada del año. En cualquier
caso, si bajamos al siguiente escalón descubriremos
que no existe resquicio para el aburrimiento; en
enero hay lleno hasta los topes de unos turistas
especialmente amables. Y es que nuestras campiñas
son tierra de acogida para millones de
aves. Dicen los
estudiosos de la fenología que hasta cuatrocientos
millones de ejemplares de diferentes especies
eligen la península Ibérica
para burlar al
frío. Entre ellas destacan
grullas, gansos, ánades de casi veinte variedades,
algunas
rapaces, palomas torcaces y, ante
todo,
pajarillos como
zorzales,
alondras,
bisbitas,
currucas,
petirrojos,
mosquiteros,
estorninos....
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que
con el tiritar de sus alas ponen, además de
calor, alma a nuestros
espesos
manchones de matorral, a la adusta geometría
de las viñas,
al mayor
bosque por la mano del hombre jamás plantado
que no
es otro
que nuestro olivar, al desnudo páramo y a
cualquiera de los dos millones y medio de
jardines particulares que se estima hay en
nuestro país.
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Ahora
que tanto se va a hablar de la Europa sin
fronteras,
tal vez haya llegado el momento de
reconocer, vía respeto a su vida, que estos
animales ya habían inventado eso hace aproximadamente
unos mil siglos, al finalizar la última
glaciación. Cómo
se
habrán sonreído siempre que atravesaban
nuestras inexistentes
líneas
en el mapa al violarlas sin pasar jamás la
aduana y sin tener
que
declarar nada, pues nada más que su libertad
podían contrabandear
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Las savias de casi todas las estrellas de la
constelación
botánica están detenidas o escalan lentamente por
sus hospedadores.
Pone la excepción el aliso, que sufre hinchazones
evidentes.
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Días con la piel de serpiente. Pero el frío cumple una
misión
crucial en los ciclos vitales. Es como una limpieza a
fondo. Y no sólo
de los restos orgánicos, sobre todo de la atmósfera, de
las aguas y
hasta de los suelos. El invierno es la gran depuradora
del calendario.
Parece pausa pero es reconsideración de lo acabado y de
lo que ya
se está iniciando. Aire limpio y frío, aguas llenas y
viajeras, suelos
saturados y, como el oso, dormidos aunque estén a punto
del gran
parto de lo verde. Y el sol corto pero más festivo que
nunca...
La transparencia tiene sus querencias claramente
marcadas por los
meses fríos. La luz no llega a cansarse ni a mancharse
de calor y
sus opacidades al tener sólo unas pocas horas de
trabajo.
Poco ofrecen los anfibios y nada los reptiles. Entre los
primeros
destaca el madrugón fenológico que se pega el tritón
ibérico, que,
a pesar de
la
mínima temperatura de las aguas, se entregan a sus
complicadas ceremonias nupciales. Algo parecido hacen
algunas
de nuestras variedades de peces. Sólo que para ellos el
cortejo y la
puesta de los huevos resultan sincrónicos. Caso de los
salmones, la Iota y algunas truchas; eso sí, no todas
las poblaciones, no en todos los ríos de las Españas. |
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