La gran humedad que ya fertiliza los suelos nos trae
otro de los grandes acontecimientos naturales del
año. Mientras avanza la desnudez de la arboleda, las
setas van propiciando esa siempre grata sorpresa de
la infinita productividad de nuestros bosques.
Aunque no habrá pradera o baldío que no tenga sus
champiñones, cuescos de lobo, corros de bruja,
coprinos barbudos, amanitas, boletos... Y si los
hielos no ordenan la retirada queda más de un mes
para encontrar alguna de las seiscientas cincuenta
especies más comunes en nuestro ámbito, aunque
tenemos como mínimo cuarenta y cinco mil especies
diferentes. Las últimas típulas, nuestro mosquito
más grande, copulan y ponen sus huevos.
Mariquitas, chinches hediondas, arañas de patas
largas, coleópteros acuáticos, cochinillas de la
humedad, hormigas y abejas silvestres se unen en
apretujados pelotones y buscan el cobijo de piedras,
troncos y oquedades para pasar el invierno. Muy
diferente camino está siguiendo la mariposa de los
robles, que inicia ahora su ciclo vital. Se nos
llenan lagunas y embalses de anátidas, gaviotas y
garzas. Se marchan los últimos grandes migradores,
entre los que figuran los buitres leonados, los
últimos en irse hacia África. Comienza la invernada
de los murciélagos. Para los inclinados a la
botánica hay todavía más flores que encontrar: la
campanilla de otoño y la salvia verbenácea, por
ejemplo.