Cuando todavía los robles no han llenado sus
ramas de
hojas se abre una de las más vaporosas
flores del bosque, la
peonía: la rosa silvestre a la que podremos
contemplar entera
durante más de un mes.
Los espárragos silvestres ofrecerán
su enhiesta delicia y la mayoría de
los árboles silvestres serán fecundados por
el trasiego de libadores
alados sobre sus flores.
Encinas, alcornoques, quejigos,
mostajos, arces, hayas...,
lodos
con ese antojo de colorido
que son las flores.
Imbricado con la estrategia
de las aguas, que quieren volverse
otra vez aéreas, respinga
el prado infinito. Verde es color
muy verdadero porque funda y
fundamenta lo vivo. Glauco es
el despertar de lo vital en este
periodo: su vestido. Pero se
trata de
un imperio necesario a la par que
transigente con las
otras
gamas. Porque de la misma forma
que el universo
brilla
en la nada, hay también
miles
de galaxias de tonalidades
salpicadas sobre el verdor de los follajes y
las praderas. La
flor y
la estrella, aunque en franca minoría,
apaciguan el ingente dominio de lo
monocromático. También hay esparcidos cánticos,
murmullos, suspiros y ante todo zumbidos. Al
igual que la luz gana estatura, el volumen
de lo mirado-escuchado-olido aumenta.
La primavera huele a futuro, por eso
despierta el
sosegado
entusiasmo, de lo nuevo.
"Asfodelos y peonias pueblan
el robledal" |

"Peonia
- Villuercas - 6/4/2009"

"Brotes de
roble - Villuercas - 6/4/2009" |
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