Noviembre
[Cuarta
Semana]
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El lince comienza a buscar compañera |
E1 trigo despunta entre los terrones. Ya alimenta a los
ojos, a la espera de hacerlo meses más tarde con las
aves granívoras
que usan nuestras tierras de pan llevar. Los bosques
atlánticos acaban de desnudarse y los perennes, siempre
verdes,
se ralentizan, aunque aún bellotas y piñones suponen una
imponente despensa.
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Pero hay quien prefiere hacérsela a su
medida. Ardillas, lirones, arrendajos, rabilargos
entierran frutos
y bayas para poder disponer de ellos dos o tres
meses más
tarde. El armiño adquiere su manto por completo
blanco al tiempo
que sobre sus territorios ya ha comenzado el celo de
los
quebrantahuesos y a veces también el del buho real y
el lince.
Y todavía vemos muchos días los hermosos hilos de
la
Virgen. Es más, alcanzan su apogeo ahora las
bellotas de robles, encinas
y alcornoques. No menos ese sol diminuto que son los
frutos del
madroño y que ahora, ya muy maduros, pueden llegar a
emborrachar
a quien se exceda en su consumo. ¡Qué espectáculo el
madroño en
noviembre! Junto a las perfectas esferas color brasa
de los maduros y
al amarillo de los frutos que aún no lo están del
todo, todavía blanquean
sus últimas flores. Si añadimos que nuestro árbol
más bello
tiene el verde perenne y más lustroso en sus hojas y
un elegante
pardo en su corteza, reconoceremos que es un lujo
pasearse en este
tiempo por una madroñera
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Pero no hemos hecho más
que empezar. Quedan, por ejemplo, decenas de impulsos
migratorios. Por los ríos suben y bajan peces llenos de
misterio y silencio.
Cavan y se entierran muchos invertebrados y reptiles.
Aletean sin
desmayo durante miles de kilómetros los animales del
aire.

Los arrendajos entierran bellotas
para el invierno
El
máximo de las castañas y de las nueces
está ya disponible. Y como todos estos ámbitos estarán
llenos de consumidores de sus primicias, se entiende,
ahora mejor que nunca,
el sentido de la hospitalidad de nuestras formaciones
vegetales. |
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